“Cuando niño, era un coleccionista apasionado de animales pequeños, especialmente reptiles. Los guardaba entre las paredes de cristal de un terrario donde, en una mezcla de orden y azar, arreglaba arena y guijarros, musgos y helechos, para simular un habitat natural. (…) De hecho, estos pequeños paisajes que componía fueron las primeras metáforas deliberadas de mi vida como artista. (…) Era capaz de crear mundos alternativos que creaba para mi propia contemplación. Eran sustitutos seguros, previsibles y estables frente a una realidad en constante transformación. Eran mi refugio contra el mundo incierto y hostil que me circundaba. (Años más tarde) comprendí que los protagonistas de mis cuentos son los mismos actores pequeños y silenciosos que a través de las etapas de mi infancia, encerrados en paredes de cristal, habían interpretado para mí la compleja ficción de azar y destino, naturaleza, artificio, vida y muerte.”

Sin la obra de Leo Lionni la historia de la Literatura Infantil y Juvenil contemporánea estaría incompleta. Fue un autor predestinado a enriquecer la vida de muchas generaciones de niños y niñas en todo el mundo gracias a un legado literario y artístico en el que ningún título es accesorio o prescindible, y que, entre otras muchas cualidades, destaca por su atemporalidad. KALANDRAKA reedita este verano dos de sus libros más admirados, “Frederick” y “Nadarín”, que en 2013 cumplen 50 años desde su creación, en 1963.

“¿Y tú, por qué no trabajas, Frederick?”, le preguntaban los demás. “Yo trabajo”, les respondía Frederick. “Recojo rayos de sol para los días fríos del invierno.”

Una familia de ratones recoge provisiones y todos trabajan, excepto Frederick, que aparentemente no hace nada. Pero sin que los demás lo sepan, él también se aprovisiona: rayos de sol, colores, palabras... Cuando llega el invierno, sus compañeros reconocen que su misión poética había sido esencial para que los ratones sobrellevaran mejor la crudeza de la estación invernal. Y así Frederick es aceptado tal y como es.

Leo Lionni es uno de los pioneros del álbum ilustrado moderno. Uno de los temas que aborda el relato es la individualidad, el descubrimiento y la aceptación de la propia identidad. Frederick es poeta y demuestra que, a su manera, también hace una aportación al colectivo. El artista no se presenta como un ser automarginado, sino como alguien necesario para los demás. Frente a la importancia del trabajo, Frederick reivindica la necesidad de alimentarse de más cosas que paja y nueces.

Frederick puede parecer egoísta, pero ese egoísmo es, simplemente, una muestra de fidelidad consigo mismo. Lejos de recriminarle su aparente pasividad, sus vecinos de madriguera le permiten meditar, respetan su introspección y sienten curiosidad por ese mundo misterioso que, finalmente, agradecen.

El autor refleja aquí la importancia de la libertad individual: los lectores se sienten amparados, pues saben que los ratones respetarán la individualidad de Frederick. Leo Lionni nos transmite que hay que ser lo que uno desea, y serlo sin temor, puesto que los demás lo podrán asumir y entender.

En un rincón perdido del mar vivía feliz un banco de pececillos. Eran todos rojos. Solo uno de ellos era tan negro como la concha de un mejillón. Nadaba más rápido que sus hermanos y hermanas. Se llamaba Nadarín...

La historia de Nadarín, como todos los libros de Leo Lionni, invita a pensar y aprender valiosas lecciones vitales. El valor de la diferencia y el respeto debido a quien -por cultura o aspecto físico- no comparte las características comunes, se refleja en las primeras páginas de este clásico de la literatura infantil de todos los tiempos.

Más aún, la superación de los miedos propios, la fuerza de voluntad para disfrutar de lo que nos rodea pese a las adversidades que se presenten y la solidaridad con nuestros semejantes, también se plasman en este relato de gran calidad estética, de frases cortas llenas de figuras retóricas sutiles y sugerentes. Y como emblema de la obra en su conjunto, un mensaje para los lectores: la unión hace la fuerza.

Destaca también la original propuesta estética de Leo Lionni en este álbum datado en 1963 que, pese al paso del tiempo, conserva toda su frescura. Con una técnica semejante a las “manchas de color”, recrea un universo marino dotado de movimiento y riqueza cromática.

Leo Lionni (Amsterdam, Holanda, 1910-Toscana, Italia, 1999) creció en un ambiente artístico -su madre fue cantante de ópera, y su tío Piet, un gran aficionado a la pintura- y desde joven supo que ése sería su destino. En cambio, su formación no fue artística, ya que se doctoró en Economía. En 1931 se instaló en Milán y entró en contacto con el diseño gráfico. Cuando se trasladó a América en 1939, trabajó en una agencia de publicidad de Filadelfia, en la Corporación Olivetti y la revista Fortune. También aumentó su fama como artista y sus cuadros se exhibían en las mejores galerías, desde Estados Unidos a Japón.

Como él mismo dijo: "De algún modo, en algún lugar, el arte expresa siempre los sentimientos de la infancia". Su primer libro para niños no llegó hasta 1959 y surgió casi por casualidad: durante un viaje en tren se le ocurrió entretener a sus nietos con un cuento hecho a base de trozos de papel de seda. Así nació “Pequeño Azul y Pequeño Amarillo”, al que siguieron más de 40 obras aclamadas en todo el mundo por la crítica especializada. Por sus méritos como escultor, diseñador, pintor e ilustrador, recibió en 1984 la Medalla de Oro del Instituto Americano de Artes Gráficas.

Otros títulos de este emblemático autor que también se pueden disfrutar en el catálogo de los Libros para Soñar de KALANDRAKA son "La casa más grande del mundo" y la serie "Frederick" (¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Qué es? y ¿Quién es?).

MÁS INFORMACIÓN: "100 years of Leo Lionni" en la web de Random House.