José Luis Alonso de Santos, autor de "El niño bisiesto".

 "Defiendo la literatura como ayuda para vivir"

En vísperas del 29 de febrero, José Luis Alonso de Santos y Federico Delicado presentan "El niño bisiesto" en la Librería Muga, del madrileño barrio de Vallecas

"La gente del teatro vivimos toda la vida como el estreno siguiente”, nos confiesa el dramaturgo y escritor Jose Luis Alonso de Santos. Tras la publicación de “El niño bisiesto” (Kalandraka), que se presenta hoy viernes, 26 de febrero, a las 19:00 horas en la Librería Muga de Madrid, Alonso de Santos ya prepara para principios de marzo la puesta en escena de la obra “En el oscuro corazón del bosque”. Ajenos a su vorágine de ensayos generales, conferencias y viajes, varios ejemplares de “El niño bisiesto” reposan en distintos y discretos rincones de su hogar, mostrándose a los visitantes como en un particular anaquel de novedades. José Luis Alonso de Santos ha regresado a la literatura infantil-juvenil, donde ya había cosechado éxitos con obras como “¡Una de piratas!” (Barco de Vapor). Su niño bisiesto, ilustrado por Federico Delicado, está a punto de soplar las velas de su aniversario.

- Kalandraka: En este libro ha plasmado usted personajes y situaciones reales que tienen que ver con su propia vida. ¿A qué responde ese recurso y cómo se combinan realidad y ficción?

- J.L. Alonso de Santos: La persona que me motivó para hacer este libro fue Antonio Piedra, un escritor y poeta de Valladolid, responsable de la Fundación Jorge Guillen, que está vinculada a la Biblioteca Nacional y lleva mis fondos, junto con los de otros escritores. Él, que es bisiesto, me dijo un día que no había ningún libro para los bisiestos. ¿Por qué no lo haces?, me preguntó. ¡Pues muy bien! Entonces pensé rápidamente que mis hijos habían estado en el Colegio Montserrat y en mi inconsciente habían quedado muchas de sus pequeñas aventuras, porque cuando los niños son pequeños, los padres están muy conectados con ellos. Lógicamente, cuando haces un libro no cuentas la realidad, la fantaseas: hay cosas que sí son verdad y otras que no. Por ejemplo: de todas las aventuras que salen, la que más impresiona a los niños que han leído el libro y han venido a preguntarme, es si de verdad mi hijo nació en el montacargas. ¡Y es verdad! Mi hijo en su habitación todavía tiene las puertas del montacargas donde nació. Mi hijo no es bisiesto, aunque yo en el libro pongo que sí, pero que nació en el montacargas es cierto. El 80% de las cosas no son verdad, pero los aspectos que sí lo son le dan mucho peso a las historias. Sus amigos son de verdad, el Chino es de verdad… ¡Las cosas son medianamente de verdad! Un niño bisiesto es un niño difícil, pero no tiene problemas reales. Un niño con problemas reales es un niño en una silla de ruedas. Pero un niño bisiesto es una convención, es muy fácil de arreglar. Él tiene problemas porque se siente diferente, pero todos los niños se sienten diferentes. El sueño de cualquier niño es ser premiado por lo diferente que es. Además, yo he escrito tantas obras sobre personas diferentes: “La estanquera de Vallecas” o “Bajarse al moro” tratan sobre diferentes. Entonces, en cuanto se me ocurrió la idea de un niño diferente, recogí todas las vivencias de mis hijos y las junté; lo demás ya era lenguaje.

El secreto de la escritura es como la música: tú das una nota y luego toda la sinfonía tiene que estar ahí. No es poner notas, sino desarrollar una primera nota y que las demás notas se enamoren de esa nota; todo es una cadena de afectos, entre notas o entre palabras.

- Daniel echa la culpa de ser diferente al hecho de ser bisiesto, cuando su otredad responde a motivos distintos. ¿El relato invita a los lectores a que saquen conclusiones por su cuenta?

- Eso es un juego. El secreto de la escritura es como la música: tú das una nota y luego toda la sinfonía tiene que estar ahí. No es poner notas, sino desarrollar una primera nota y que las demás notas se enamoren de esa nota; todo es una cadena de afectos, entre notas o entre palabras. El problema de escribir -y yo he escrito de todo: teatro, cine, poesía...- siempre es escribir de manera que te permita llegar al final. No ponerte a escribir y a ver qué se te ocurre al final, porque entonces no se te ocurre nada. El final tiene que estar contenido en el principio: tienes que ir sembrando para luego recoger. Cuando un libro tiene un final malo es porque no has sembrado desde el principio.

- Entonces, ¿cuál es el motivo por el que Daniel es un niño diferente a los demás?

- La diferencia de Daniel, su desajuste, me sirve para ajustarle al final. ¿Y cómo se ajusta? Mediante la literatura. Él descubre la literatura como la fuente de lo que le hace distinto. Dentro del juego, Daniel es diferente porque tiene una relación extraña con el lenguaje que los demás no entienden. Eso le va a permitir ser escritor de mayor. También hago el juego de que es hijo de un escritor, lo cual está sembrado por su padre. El proceso consiste en que le siembras unas diferencias, creas un conflicto, un desajuste -porque la literatura son desajustes- y al final, cuando se ajusta, el relato tiene que dar un brinco. Aquí el brinco son las palabras mágicas de las que se habla en el último capítulo. Porque sin palabras mágicas esto sería un cúmulo de anécdotas, y ahora es un cúmulo de anécdotas que tienen un sentido. Mejor o peor, la literatura tiene que tener un sentido porque si no, son solo palabras puestas unas detrás de otras. Siempre que se cuenta una historia es para contar al final algo que ya no es la historia, sino que es algo mayor que la propia historia. Ese salto, esa trascendencia, es muy difícil en la escritura. Cuando la encuentras, tienes tu libro, y si no la encuentras, no.

Mejor o peor, la literatura tiene que tener un sentido porque si no, son solo palabras puestas unas detrás de otras.

- ¿Las palabras son el apoyo de Daniel ante el mundo que le rodea?

- El primer título que se me ocurrió -porque los títulos ayudan mucho- era “El niño bisiesto y las palabras mágicas”. Al final quedó “El niño bisiesto”, pero aquello me sirvió durante un tiempo para orientarme, porque a mí no me interesaba contar la vida del niño bisiesto, sino que me interesaba contar la relación del niño bisiesto con las palabras mágicas. Había una cosa que le iba a dar salida a todos sus problemas: el lenguaje. Y como el libro está hecho de lenguaje, es una forma de defender el material que tienes en tus manos. Es lo que hace Cervantes cuando dice: “Desocupado lector, que ocupas tu tiempo en leerme, somos cómplices…”. Se trata de hacer cómplice al lector por medio de ese juego. Luego, es cuestión de poner un poco de humor, un poco de construcción, un poco de lenguaje... con la dificultad de que en el caso del lenguaje infantil no te puedes poner muy cursi, ni muy borde, ni muy moralista, ni muy educador.

La educación va en contra de la literatura. Es curioso: cuanto menos cultas son las sociedades, más defienden la cultura como arma educativa. El arte y la cultura son educativos; eso lo defienden las culturas poco educadas. Cuando me preguntan si habría que educar a los niños en el teatro, yo contesto que no. ¡Como si todos los niños tuvieran que tocar el violín! ¿Por qué? Ni todos los niños tienen que hacer teatro, ni todos los niños tienen que leer libros. Yo no soy nada de todos; que lo sean los gobiernos, pero yo no. No es que no me gustaría creer en todos; es que dada la experiencia que tengo de la vida, mis conocimientos y lo que he leído, no creo que todos seamos iguales. ¡Para nada! Otra cosa es que haya una meta que vaya tendiendo a limar las diferencias. Pero no somos iguales, ni física, ni mental, ni psicológicamente. ¡Ni falta que hace! Hay gente que no está dotada, ni lo estará nunca. Esto es como un zoo: no son iguales las águilas, ni los gusanos, ni las tortugas, ni las serpientes... En los institutos, la gran batalla de los profesores por igualar al alumnado acaba en la destrucción del profesorado. Social y políticamente es la gran tarea, estoy de acuerdo. Pero en el arte, yo, que soy presidente de la Academia de las Artes Escénicas de España, defiendo la excelencia, no la igualdad, y la excelencia no la pueden tener todos. Esto es muy antisocial, pero yo soy un artista y defiendo el arte para pocos. Si Mozart hubiera pensado eso, no hubiera hecho sus sinfonías; es imposible. El arte es las altas cumbres y en las altas cumbres no están todos; están los que tienen posibilidades de llegar. Es muy poco democrático. Por eso -a veces- arte, cultura y educación chocan. Los políticos tienen la obligación de manejarlo; los creadores y los artistas, no.

El arte es las 'altas cumbres' y en las 'altas cumbres' no están todos; están los que tienen posibilidades de llegar. Es muy poco democrático. Por eso -a veces- arte, cultura y educación chocan. Los políticos tienen la obligación de manejarlo; los creadores y los artistas, no.

- El lenguaje con el que se expresa Daniel es muy coloquial, aunque el texto está muy pulido. ¿Radica ahí la fuerza del estilo literario?

- El secreto de la literatura es encontrar el camino entre lo oral y lo escrito. El lenguaje escrito es como las señales de tráfico: un empobrecimiento de lo oral. La riqueza de una conversación está en que tiene puntos, ni comas, ni pausas... La riqueza musical, tónica, espiritual, la complejidad de la oralidad... La complejidad de intenciones, de supuestos, en la frase de los seres humanos… Cuando escribes tienes que tratar de recuperar -dentro de las pautas de lo escrito- todo lo que puedas de la oralidad, la vivencialidad, la sustancia. Decía Gracián: “No basta la sustancia, requiérese también la circunstancia”. La sustancia es la escritura, pero la circunstancia es el ámbito, lo que está pasando. Si oyes una conversación o una pelea en un bar y luego la escribes, la diferencia entre lo que pasó en el bar y lo que has escrito, es abismal. Cuando quieres tratar de recuperar parte de ese calor que había en el bar, ¡es tan difícil! Por un lado intentas respetar las reglas de la literatura, que las frases tengan una construcción correcta, escribir bien y, a la vez, intentas recuperar lo vivencial, el latido del corazón humano, que late en lo oral. Ese ha sido mi debate cuando escribía: qué frase poner.

Por un lado intentas respetar las reglas de la literatura, que las frases tengan una construcción correcta, escribir bien y, a la vez, intentas recuperar lo vivencial, el latido del corazón humano, que late en lo oral. Ese ha sido mi debate cuando escribía: qué frase poner.

- ¿Qué diferencia hay entre el lenguaje que utilizan los niños y niñas de hoy en día con respecto a la forma de expresarse de la infancia hace 20 o 30 años?

- Se ha dado un cambio que ya no llegué a tratar en el libro: el cambio del móvil, que es muy complejo. En unos años va a cambiar el lenguaje. Va a ser un lenguaje mucho más simbólico, de señal de trafico, más fuera de la vida todavía, de signo acordado. Los chavales tienen lenguajes acordados ya por los móviles. Aparte de eso, el esfuerzo del ser humano por comunicarse es común. En la vida hay cosas principales y cosas secundarias. Lo que es difícil en los seres humanos -por eso lo de las palabras mágicas, como en el cuento de Alí Babá- es mover la piedra y llegar al tesoro: ¡Ábrete Sésamo! La mayoría de los seres humanos no se comunican. En el teatro mi batalla es comunicar. Yo, que veo obras de teatro todos los días, aprecio que se hace un trabajo terrible, pero a veces no llega; estás sentado a dos metros y es como si estuvieras a dos kilómetros. No te interesa; por eso el esfuerzo es que te llegue. La comunicación humana es muy difícil. Y cuando escribes tratas de quitar la piedra y llegar al tesoro, que es la comunicación.

La comunicación humana es muy difícil. Y cuando escribes tratas de quitar la piedra y llegar al tesoro, que es la comunicación.

-Alí Babá es tan solo una de las muchas referencias a obras literarias, cinematográficas o teatrales que aparecen en el libro. ¿A que responde esa metatextualidad?

-He escogido libros que me parecían significativos. Yo soy psicólogo; no ejerzo, aunque sí ejercí un tiempo cuando era joven y hasta dirigí un psiquiátrico. El ser humano necesita ayudas para sobrevivir, igual que cuando tenemos la gripe necesitamos medicinas. La vida es muy difícil y compleja. Como los pájaros, que tienen que volar contra el aire, lo que hace el arte es ayudar a ese vuelo. Yo defiendo la literatura como ayuda para vivir. Cuando hablo de libros en un momento determinado, es como si hablásemos de enfermedades y de medicinas: “Pues a lo mejor si te lees esto…”. No para ser más culto, sino para curar ciertas enfermedades y dificultades que tenemos en la vida. A lo que se refiere Daniel cuando habla de esas lecturas es cómo ayudarse a vivir con la literatura. Yo espero que este libro ayude un poco a algunos niños, no a todos. Que les estimule leer, no para que sean más cultos, sino para que sean más felices, para que se expliquen lo inexplicable. Porque una de las metas del arte siempre es dar forma a lo informe. Cuando escribo, intento dar forma a lo informe para ayudar a que los seres humanos -perdidos en lo informe- den forma a  lo informe; esa es la verdadera tarea. En un cuadro de Picasso ves que el pintor ha pintado lo informe y lo ha metido en un marco donde todo esta en su sitio, bien casado. ¡Era caótico antes de entrar en el cuadro! Pues el mito del arte es que mete en un cuadro hasta lo caótico. Y dar forma a lo informe es también la meta de la literatura.

Yo espero que este libro ayude un poco a algunos niños, no a todos. Que les estimule leer, no para que sean más cultos, sino para que sean más felices, para que se expliquen lo inexplicable. 

- Destaca lo visual que es el texto. ¿Cómo logra que los lectores visualicen en todo momento las acciones que transcurren en la obra?

- Yo solo escribo aquello que se puede traducir en imágenes. En todo mi teatro, cualquier frase o personaje se puede ver. No pongo reflexiones conceptuales que no se puedan ver. En la vida corriente, cuando doy conferencias o imparto una clase, empleo conceptos; pero cuando soy escritor empleo imágenes transformadas en palabras; mejores o peores, pero siempre imágenes. La literatura es la metáfora visual de la vida, traducida en palabras. Lo que no se ve, se oye y se comprende en general, no tiene valor.

La literatura es la metáfora visual de la vida, traducida en palabras. Lo que no se ve, se oye y se comprende en general, no tiene valor.

- El personaje de Daniel pasa por momentos de rabia, o desea las peores desgracias a quienes le hacen sufrir. Estas reacciones humanas y naturales le exponen ante la frontera de lo políticamente incorrecto. ¿Fue una apuesta consciente por su parte?

- Yo he dado conferencias en cárceles para presos de alta seguridad, en Soto del Real. Y también he dado charlas para niños. Entre esos niños de colegio y esos presos de alta seguridad hay una cosa en común: que la vida es muy difícil. Para los niños, sus problemas son muy complejos, igual que para los presos de una cárcel de alta seguridad. Cuando un adulto dice que los problemas de los niños son un bobada, para ellos no es así. Que su padre se enfade o que sus amigos no le hablen ¡es un problemón! Si te pones en su piel y cuentas sus problemones, conectas con ellos. Sus problemas tienen una importancia tan grandecomo la que pueda tener un hombre que está en la guerra y le vayan a disparar. Es importantísimo, porque las sensaciones las vive uno para sí mismo. Si un niño está llorando porque otro no le quiere, está sufriendo tanto como el que más sufre en el mundo. ¡Es imposible entrar en los otros!

Para los niños, sus problemas son muy complejos, igual que para los presos de una cárcel de alta seguridad. Cuando un adulto dice que los problemas de los niños son un bobada, para ellos no es así.

Hay un principio vital que es horrible: “Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti”. Es algo cristianoide y antiguo. ¡No! Trata a los demás como les gustaría que les trataran a los demás, porque ellos no tienen nada que ver contigo. Los gustos de los demás no son mis gustos. Cuando cojo el mundo y me pongo de referencia, la he armado, porque yo no soy referencia para el mundo. Mis cosas son mis cosas y son importantísimas para mí. Cuando escribía “El niño bisiesto” intentaba ponerme en las vivencias de Daniel y de los niños que le rodean, que se juegan la vida en ellas, igual que una persona mayor.

- ¿Cómo ha gestionado esa visión que tienen los niños de los mayores, y viceversa?

- Para los niños, los mayores son gente que de vez en cuando les premia, y de vez en cuando les castiga. No entienden nunca por qué. El principio de conducta de los adultos se basa en algo que para los niños es inverosímil: “Niño, tienes que hacer cosas para el día de mañana”. Es como si le digo chachucalacachaca; no tiene traducción. Es niño porque no tiene sentido del mañana. Como cuando le pides a un drogadicto que tenga voluntad para dejar la droga. Se le piden a la gente cosas que no corresponden con sus posibilidades. Los mayores ponemos en nuestro lenguaje las cosas de los niños y no las entendemos, pero para ellos son muy importantes.

- Otro de los aspectos destacados del libro es la multiculturalidad. ¿Podría considerarse este fenómeno como otra forma de ser diferente?

- Había hace años una película sobre un niño que tenía el pelo azul y todos le pegaban y se reían de él por ese motivo. Hasta que un día la profesora tuvo el buen talento de llegar a clase y decir: “Que levanten la mano los que tengan el pelo negro, los que tengan el pelo amarillo, los del pelo panocha, que levanten la mano los que tengan el pelo azul…”. Y en la estadística salió que unos tenían más, otros tenían menos, y ya estaba. Siempre, de alguna manera, las diferencias originan sufrimiento porque la maldad, la crueldad y la risa de los demás, forman parte del ser humano, también de los niños. Los niños no son buenos; pueden ser crueles como las personas mayores. Porque los seres humanos a veces son tremendos, terribles e incluso asesinan gente. A mí me encantaría escribir un libro sobre un niño asesino. ¿Por qué un niño no puede ser un asesino? Los niños han matado mucha gente a lo largo de los tiempos. Un niño puede cometer maldades terribles, puede tener sufrimientos terribles o pasarle cosas terribles. ¡Es un ser humano! El protagonista de “El niño bisiesto” es diferente, pero yo creo que casi todos los niños se sienten diferentes. Por ejemplo, una chica que tenga la cara llena de granos, se siente el ser más desgraciado de la Tierra. Esa es la aventura del vivir...

Siempre, de alguna manera, las diferencias originan sufrimiento porque la maldad, la crueldad y la risa de los demás, forman parte del ser humano, también de los niños.

- De Daniel llama la atención su relación con el lector/a, cómo interactúa de tú a tú y le convierte en su cómplice.

- En la historia de la literatura hay mucho de eso. En “El Quijote”, que es un libro muy complejo, Cervantes logra conectar con los problemas del otro; hablar para los que están a su lado y en un momento en que nadie sabía leer ni escribir. Es un intento de comunicación: Daniel habla directamente a los demás, se siente solo y aislado -como todo ser humano- e intenta salir de la isla. Para salir de la isla, usa las palabras.

- Entre todas esas referencias literarias, cinematográficas o teatrales que cita, ¿hay alguna favorita para usted?

- Yo me lo he leído todo, o mucho, pero mis lecturas básicas no son esas. Todos son libros que psicológicamente vienen bien en cada momento, en lo que estoy contando. Dan un salto psicológico y literario al tema. Ese cuento ayuda por la aventura, por el lenguaje o por el humor. Es más eso que admiración literaria, porque mi admiración literaria va por otros derroteros.

- A lo largo del relato Daniel habla mucho -y con devoción- de su padre, que es usted. En este libro el personaje de ficción tiene su referente en el propio autor. 

- A veces meto muchas cosas de mi vida y otras no pongo nada. Me resultaba cómodo, me hacía gracia que Daniel hablase de mí como un ser que soy real. A veces la literatura se mete en un vericueto: qué hay de verdad, qué hay de mentira. Yo soy ese. He escrito un libro en el que hablo de un señor que es el padre de Daniel, que es escritor, y que soy yo.

- Partiendo de ese elemento autobiográfico, ¿qué paralelismo podría haber entre la situación en la que se encuentran el teatro y la literatura, dentro de la crisis actual que atraviesa el sector cultural?

- En el libro hay mucha estructura teatral: los personajes son muy teatrales, la construcción, los enfrentamientos, los conflictos… El libro es de narrativa, pero es evidente que tiene una estructura teatral. En cuanto a cómo está la literatura o la cultura, yo contestaba a eso con mucho desparpajo cuando era joven; ahora que soy mayor tengo una absoluta perplejidad. Creo que los árboles no nos dejan ver el bosque; es difícil ver desde dentro. Sé lo que siento yo, pero me cuesta cada vez más hacer definiciones generales de los momentos. Primero, los escritores no somos buenos para eso; y segundo, falta tiempo. Al mismo tiempo que están pasando las cosas es muy difícil verlas. Cuando hablamos ahora del Siglo de Oro o del Siglo XVIII es muy fácil. En el Siglo XVIII se escribieron unas 10.000 tragedias en España. ¡No ha quedado ninguna! Malamente una obrita pequeña y “El sí de las niñas” de Moratín. Lo demás, a la basura: miles de obras que en su época fueron consideradas obras maestras. Porque lo que tiene valor en un momento, ya no tiene valor en otro. A lo largo del tiempo hay cosas que forman el canon de la humanidad: tienen valor en su tiempo y también después, pero muy pocas: “El Quijote”, Shakespeare, Velázquez... En cuanto al resto, hay obras que tienen valor en un momento determinado, como ahora o dentro de 10 o 20 años; no tienen valor para siempre, sino que su valor es coyuntural, lo cual está muy bien. Porque no todo tiene que ser Shakespeare, ni Mozart, ni Beethoven… ¡Sería una locura! Por un lado están los puntos de referencia básicos; luego, la música, la escritura o el cine se desarrollan en el presente.

José Luis Alonso de Santos

Por otra parte, las comparaciones son siempre muy interesadas. Decimos cosas en función del día ¡y con una ligereza! La circunstancia que nos rodea nos hace dar conclusiones generales, y los escritores somos peligrosos: si estamos escribiendo una obra cómica decimos que en ese momento lo más importante es lo cómico. Pero si al cabo de un año estamos escribiendo una pieza trágica, decimos que no hay que engañar a la gente, que hay que decir la verdad. Consideramos nuestro momento como el momento de la humanidad. A mí lo que me sorprende de los políticos no es que sean buenos o malos; es lo simples que son. Dan unas definiciones de la vida que son propias de un patio de colegio, cuando la vida es infinitamente más compleja, más misteriosa y más desconocida que lo que nosotros opinamos de ella.

- Precisamente, el padre de Daniel -alter ego del autor- es el artífice de una especie de filosofía de andar por casa que el protagonista va sacando a colación a lo largo del libro.

- Lo que he visto en mi vida es que hay gente que sabe vivir y gente que no; así de fácil. Eso hay que enseñarlo desde pequeños: saber vivir, que es un conglomerado de cosas. El padre de Daniel -y yo, indirectamente, como escritor- intenta enseñar a vivir. Es como enseñar a hacer comidas: con recetas, sencillas, claras y buenas. Sin meterse en cosas complicadas, porque con resolver las cosas sencillas de la vida, de la forma más lógica, ya tenemos bastante. A lo largo de mi vida he visto que el 70% del sufrimiento que tienen los seres humanos es sencillamente por no saber vivir. El resto es por la naturaleza: la enfermedad y la muerte. Saber vivir es llevar con normalidad los aconteceres de la vida: saber aprobar el examen, saber llevarte bien con la gente que te rodea, aceptarte a ti mismo… pequeñas cosas que están en tu mano. En vez de dedicarse a lo que está en sus manos, alguna gente se dedica a machacar lo que no está en sus manos, a quejarse. El ensayista norteamericano Ralph Waldo Emerson, que influyó mucho en los grandes autores de la literatura americana, y que era como Ortega y Gasset en España, decía que todos al nacer tenemos un pequeño terreno, un pequeño jardín. En vez de cuidarlo, nos dedicamos a quejarnos y a echar basura en los jardines de los otros. El consejo de Emerson es “cuida tu jardín” porque, si no lo haces, estarás perdido. Todo el tiempo que pierdas cuidando el jardín de otros, quejándote por tu jardín, pidiéndole a la Virgen que haga más grande tu jardín, haciendo revoluciones para tener más derecho al jardín… es una pérdida de tiempo. Sencillamente, cuida tu jardín. Luego, mira qué da tu jardín; porque hay jardines que dan rosas y hay jardines que dan patatas. Las rosas son hermosas, pero las patatas se comen; eso no es de Emerson, pero es mío. Si coges tu jardín y ves qué dan tus pequeñas tierras, las cuidas y siembras, vas a saber vivir. Si no, vas a estar toda la vida amargado, quejándote, y eso no vale para nada. Entonces vas a ser desgraciado. Ahí sí que hay -de forma encubierta- un poco de lección de vivir.

A lo largo de mi vida he visto que el 70% del sufrimiento que tienen los seres humanos es sencillamente por no saber vivir. El resto es por la naturaleza: la enfermedad y la muerte. Saber vivir es llevar con normalidad los aconteceres de la vida: saber aprobar el examen, saber llevarte bien con la gente que te rodea, aceptarte a ti mismo… pequeñas cosas que están en tu mano.

- Entre las cosas que dice el padre de Daniel también sobresale que la vida es un aprendizaje constante.

- El padre de Daniel no le mete rollos largos, dice pequeñas frases, pequeñas pistas para que él vaya descubriendo y abriéndose camino. A mí me gusta mucho una frase que yo le digo a Daniel cuando hace de pato en una obra de teatro escolar: que es normal sentirse patoso haciendo de pato, porque es imposible estar bien con ese personaje. Espera, y la próxima vez que te den otro papel, estarás mejor.

- ¿Qué pensaría el profesorado sobre la idea de que está bien aprender esas “tonterías” que ponen los libros de texto, pero que hay otras cosas no menos importantes?

- Los profesores están bien, los colegios, los institutos y los libros de texto también, pero son una parte de la vida. Jugar al fútbol en el patio o quitarle un beso a una chica a escondidas, es otra parte de la vida. La educación es una parte importante de los seres humanos, pero no lo único importante. La filosofía ha desarrollado la parte del logos, pero no la parte del pathos; ha desarrollado la parte de demostrar, pero no la de mostrar. Yo soy un filósofo de mostrar, pero no de demostrar; del pathos, pero no del logos. Yo soy de María Zambrano, de Nietzsche o de Heráclito. El logos es una parte muy importante de nuestra vida, pero no es toda nuestra vida, porque el logos, el razonamiento y la comprensión del mundo por medio de la educación siempre suponen forzar la estructura natural del ser humano. Cuando se pasa de la vida al concepto, a la idea de algo o a la ideología, la estrangulan, la falsifican, la fuerzan, la violan de alguna manera. Es necesario, pero eso ya no es la vida. Trabajemos con el logos, con la razón, la idea y el racionalismo, pero sabiendo que no es la vida.

La educación es una parte importante de los seres humanos, pero no lo único importante. La filosofía ha desarrollado la parte del 'logos', pero no la parte del 'pathos'; ha desarrollado la parte de demostrar, pero no la de mostrar. 

- La otra cara de la moneda del conocimiento sería entonces la imaginación, que está muy presente en el personaje del niño bisiesto.

- Eso no lo suelen estimular los profesores en los institutos, ni se potencia en los planes de enseñanza porque van al otro terreno, al logos. Pero la imaginación ayuda después ¡hasta en el sexo! La gente que durante su vida tiene problemas sexuales es porque no tiene imaginación. La imaginación es un complemento de la razón y los seres que caminan solo con la razón son cojos. De eso se habla en este libro. La imaginación es como una planta: si no la pones donde le dé la luz, si no la riegas y  si no la cuidas, no va a crecer.

- Se percibe en el libro un colofón reivindicativo del prestigio del oficio literario, del elogio de la lectura como compañera, de la palabra y de la poesía.

- La poesía me gusta entenderla como poiesis, en el sentido fantástico y creativo de la vida; que viene de imago, imaginación, fantasía... Este año he abierto el curso en la Universidad de Valladolid con una conferencia con el lema “La poesía como fuente de conocimiento”. La humanidad usa la fantasía como forma de conocer. La poesía no es algo contra el conocimiento, sino que es una base del conocimiento; lo amplía. La poesía entendida no como un acto de locos ni algo marginal, sino como una manera de conocer, aprender a vivir, desarrollar tu personalidad. Hay muchas formas de enseñar a vivir, muchas gamas de vida, hay muchas capas en la cebolla… Cuando digo que he dedicado mi vida al arte, al teatro, a la literatura, y cuento que el arte es como un limón, la gente puede pensar que no es para tanto. ¡Pero abre el limón y saca el zumo! El zumo del limón es la fantasía.

La poesía no es algo contra el conocimiento, sino que es una base del conocimiento; lo amplía. 

- A propósito de la poesía, ahí están al principio de cada capítulo una especie de greguerías.

- Cuesta entenderlo, pero ese es el juego. Que quien vaya leyendo esta historia se pregunte el porqué de ese juego. Porque al final del libro se descubre que el juego de la poesía es el juego de las palabras. No tenemos que entenderlo. Es, por ejemplo, como el juego infantil “al corro de la patata / comeremos ensalada…” Es una canción preciosa pero ¿qué sentido tiene? ¡Jugar! A veces algo tiene un valor en sí mismo. Yo me puse en una dimensión que no explicara demasiado: quise mostrar sin explicar, que es algo muy difícil. La poesía no explica, muestra, da pequeñas pinceladas. Y a quien se pregunte ¿y si el lector infantil no lo entiende? La respuesta es que no lo tiene que entender, basta con que le guste. El gusto es lo más importante del ser humano: si una cosa te gusta, te hace dichoso; otra que no te gusta, te hace desgraciado. Si el ser humano tiene un porcentaje de cosas que no le gustan superior al de cosas que le gustan, le entra una enfermedad que se llama melancolía; la melancolía conduce a la depresión; y la depresión conduce a la muerte. Así que hay que procurar que te gusten las cosas; lo que sea: el vino, las flores, la música, la pintura… La razón de esos poemas no es que se entiendan, es que gusten. Otra cosa es conseguirlo...

Si el ser humano tiene un porcentaje de cosas que no le gustan superior al de cosas que le gustan, le entra una enfermedad que se llama melancolía; la melancolía conduce a la depresión; y la depresión conduce a la muerte.

-Muchas gracias, José Luis. Esperamos que le haya gustado publicar “El niño bisiesto” en Kalandraka.

- Me ha gustado mucho porque siento que hago mi trabajo, que me comunico, que doy voz a lo que pide ser sacado del silencio. Todas esas palabras, cuando no estaban ahí, estaban en el silencio. Ahora están, luego ya tienen un sentido. Y además, eso tan bonito de que los niños, en cualquier lugar donde estén, si leen el libro y les gusta, están teniendo una ración de gusto, de placer. Esa es mi tarea.

Presentación de "El niño bisiesto" en la Librería Muga, de Vallecas (Madrid).

 

PRESENTACIÓN DE "EL NIÑO BISIESTO" EN LA LIBRERÍA MUGA

Con el autor del texto, José Luis Alonso de Santos, el ilustrador Federico Delicado, y Belén Sáez, de Kalandraka.

Federico Delicado y José Luis Alonso de Santos

Presentación de "El niño bisiesto" en la Librería Muga (Madrid).

Presentación de "El niño bisiesto" en la Librería Muga (Madrid).

Presentación de "El niño bisiesto" en la Librería Muga (Madrid).

Presentación de "El niño bisiesto" en la Librería Muga (Madrid).