"EL CARACOL DEL SEÑOR GARRIGÓS": José Luis Berenguer & Federico Delicado (FAKTORÍA K)

¡Chof !, hizo al entrar en el agua. Se hundió entre un enjambre de burbujas y, luego, salió a flote. El ¡chof ! que hizo la foca al zambullirse fue mucho más grande, salpicó mucha agua y con ella el caracol fue a parar a tierra..., o, mejor dicho, a hielo. Había caído en medio de una colonia de focas, en Groenlandia o más allá. Todo era blanco.

Durante un tiempo el caracol permaneció dentro de la concha, inmóvil, en silencio y con el oído atento, por precaución: quería estar seguro antes de salir. Por fin, se decidió a asomar un ojo, que de inmediato encogió para ponerlo a buen recaudo, al toparse con un gigantesco y feo animal, cubierto de pelo negro y largos bigotes. ¡Una bestia! El corazón le iba a mil. Se mantuvo inerte, con los músculos en tensión, mientras contaba hasta mil quinientos y más. Luego, viendo que no pasaba nada, se fue relajando y muy despacio asomó un ojo..., el otro..., la cabeza..., hasta que se atrevió a salir del todo.

–¿Tú quién eres? –preguntó el caracol, sabiendo que en estos casos era mejor llevar la iniciativa.

–¿Yo?... Una foca.

–¿Una foca?... ¡Qué raro!

–¿Y tú, quién eres? –quiso saber la foca.

–Evidentemente, un caracol.

–¡Ummm!...

–¿Aquí hace siempre este tiempo tan fresco?

–Casi siempre; otras veces hace un poco de frío –dijo la foca–. ¿Tú de dónde vienes?

–De un sitio que hay a la orilla de un mar muy tranquilo, en el que hace una temperatura muy agradable todo el año y comes, ¡lo mejor de lo mejor! hasta hartarte...