Barcelona acoge, desde hoy y hasta el 17 de mayo, el XXVII Festival Internacional Barcelona Poesía 2011. En ese marco literario, la librería La Central del Raval va a celebrar este sábado día 14, a partir de las 13:00 horas, un taller para niños y niñas de 5 a 8 años, con la profesora y escritora Beatriz Giménez de Ory, ganadora del III Premio Internacional Ciudad de Orihuela de Poesía para Niños con la obra “Los versos del libro tonto”, ilustrada por Paloma Valdivia y editada por FAKTORÍA K.

Los versos visuales de este poemario ilustrado, sus acrósticos y caligramas, fueron también el hilo conductor de una divertida actividad en la que participaron escolares de Cuenca durante la Feria del Libro, la Lectura y las Industrias Culturales de Castilla-La Mancha, celebrada recientemente. En este caso, dos integrantes del jurado del concurso Ciudad de Orihuela, los escritores Pedro Mañas y Cristina Falcón, fueron los anfitriones y dinamizadores del taller, en el que “Los versos del libro tonto” de Beatriz Giménez volaron de cabeza en cabeza e incluso se tatuaron en manos y brazos.

Para hacernos creer en los imposible, para hacernos soñar, para vivir no una, sino varias vidas... Para eso y mucho más están los libros, como les aseguró Cristina Falcón a los niños y niñas que acudieron a la Feria del Libro de Cuenca. Y así, “Los versos del libro tonto” contiene un generoso lote de versos en rebeldía que, por falta de lectura y aburridos de yacer en unas páginas silenciosas que no se movían, emprendieron la huída por los cuatro puntos cardinales.

Los escolares se proclamaron “buscadores poéticos” y se nombraron príncipes y princesas, reyes y reinas de la tierra, del mar y del aire. La corona de unos fue un molino de viento, otros tomaron como símbolo unas gafas de buceo, y los demás se distinguieron con un correpasillos musical. No faltaron las “cortes lectoras” de cada reino, que estaban formadas por niños-escarabajo pelotero, saltamontes, sardina, sirena, gallo-veleta o mariquita. Y de esa guisa, real o metafórica, se lanzaron a la caza de los versos con unos potentes y coloristas “cazaversos” que Pedro Mañas ingenió para ellos.

Los versos volaban, escritos en pequeñas tiras de papel, y los lectores se afanaban en darles caza, para distinguir después si pertenecían al reino de la tierra, del mar o del aire. “Nos reímos, contamos, recitamos... soñamos”, concluyó Cristina Falcón en su relato del taller.