“...Los editores arriesgan, y mucho. Eligen un libro, lo editan, lo imprimen, pagan a las imprentas y los anticipos a los autores, reciben los libros, los comercializan, se comunican con distribuidores y mediadores. Hacen el trabajo de prensa, liquidan derechos y, si el libro no funciona, se quedan con su inversión en un almacén”.

Ana Garralón, especialista en Literatura Infantil y Juvenil y crítica literaria

Hablan los editores” es el título de un artículo en el blog AnaTarambana que complementa una entrega anterior titulada “Se buscan escritores de literatura infantil”. El motivo de esta réplica, según Ana Garralón, responde a la impresión, por parte de los autores consultados y de los comentarios que suscitaron sus opiniones, de que los editores, en general, no abordan proyectos arriesgados. Es entonces cuando diversos editores se someten al cuestionario de Ana Garralón para exponer su punto de vista: Arianna Squiloni, de A Buen Paso; Irene Savino y Pablo Larraguibel, de Ekaré; Xosé Ballesteros, de Kalandraka; Lorenzo Rodríguez, de Lóguez; Vicente Ferrer, de Media Vaca; y Daniel Goldin, de Océano Travesía. “Todos fueron elegidos por su espíritu independiente, su valor como editores y la coherencia de sus catálogos”, apunta Ana Garralón.

En los años que llevas editando, ¿puedes decirnos los cambios más sustanciales desde el punto de vista de la creación literaria?

Los representantes de Ekaré explican muy claramente cuál es el vertiginoso panorama comercial, empezando por un sistema de distribución “con posibilidad de devolución a tres meses y que privilegia la alta colocación de las novedades por arriba del mantenimiento, de la maduración del libro en manos de los libreros”, lo que hace que la vida del libro sea “casi tan efímera como un programa de radio, visto y no visto”. Así las cosas, desde Ekaré reconocen que las editoriales “han necesitado hasta ahora, entrar en ese remolino que ha privilegiado la publicación, en algunos casos irreflexiva, de novedades, donde se cuelan libros de baja calidad literaria”. Irene y Pablo lamentan que no haya tiempo para la “maduración” de los libros, para que los libreros “puedan hacer suyos los libros, teniéndolos, leyéndolos (e inclusive como nos comentaba una librera, escuchando la experiencia de los clientes con los libros)”. En este “remolino”, como lo califican en Ekaré, “se pierden también libros que valen la pena” porque prima “la exigencia de ‘novedades’ en lugar de ofrecer buenos libros, probados por lectores anteriores”.

La editora de A Buen Paso resume de una forma muy poética y sugerente lo que busca en una historia: “Soltar amarras, renunciar a las coordenadas que equilibrarían la composición y hacerse a la mar, alejarse, manteniéndote consciente de tu posición absoluta en esa inmensidad”. Lorenzo atribuye al mercado los cambios en la creación literaria en la LIJ y sostiene que las tendencias “son consecuencia de unos determinados libros, autores, que resultan muy rentables económicamente a sus editoriales, que, en principio, no hacen otra cosa por la literatura que satisfacer esa demanda, real o impuesta, y promocionarla para que, obviamente, se alargue al máximo el efecto del bestseller”.

En esta línea, Vicente Ferrer considera que “la sociedad y la literatura (que es su reflejo) se están haciendo cada vez más conformistas”. Por su parte, Daniel Goldin va más allá, al constatar la existencia de un “cambio profundo” en el ámbito de la educación, la cultura, las comunicaciones, las relaciones adulto-niños-jóvenes con el mundo, la industria del entretenimiento y otros. Para el editor de Océano, “sostener la producción literaria de calidad al ritmo de novedades que exigían muchas editoriales , librerías o escuelas, resulta complicado”, a lo que se añade que “muchos se dieron cuenta de que tampoco era necesaria la calidad para vender, e incluso que era contraproducente”.

¿Y qué se opina al respecto en Kalandraka? Habla Xosé Ballesteros.

Nuestro proyecto editorial cumplirá el próximo abril 15 años y, desde el primer momento, en nuestro catálogo han tenido un gran protagonismo las obras originales, de producción propia. A lo largo de estos años se han recibido en nuestro departamento de edición miles de propuestas de ilustración y también miles de textos que aspiraban a generar un álbum ilustrado. Algunos cientos lo han logrado.

¿Se escribía mejor antes que ahora? Creo que no. Tampoco peor. Lo que sucede, a mi entender, es que así como las nuevas tecnologías y el "descubrimiento" del álbum ilustrado han aumentado exponencialmente la oferta de propuestas de ilustración, la propia oferta y demanda de este tipo de obras ha creado una "necesidad" de textos que acompañen a las ilustraciones, que generen nuevos proyectos. Es como si, de repente, un gran número de editoriales hayan descubierto la fórmula mágica de cómo crear el álbum ilustrado a partir de un texto breve, "poético", o graciosamente rimado, o extraído del exitoso repertorio de algún cuentacuentos, o la adaptación (al alcance de cualquiera) del clásico universal; o que aborde temas que tratan de forma explícita los valores educativos que todo niño-niña debe conocer. A fin de cuentas, parece que escribir un texto breve está al alcance de cualquiera que sepa escribir, y más si es para niños. Y más si hay niños en casa y les cuento mis cuentos y les gustan.

Ahora que ya sabemos construir un álbum ilustrado, que dominamos la doble página, que sabemos que el texto no debe pisar la ilustración, que las imprentas chinas están tan cerca, que las librerías tienen su rinconcito a nuestra disposición, que los colegios y bibliotecas también, cómo no vamos a caer en la tentación de publicar todos los textos que se pongan a tiro si van a ir acompañados de tan hermosas y coloridas ilustraciones, ¡y en tapa dura!

No se escribe ahora peor ahora que antes, pero se publican demasiadas obras absolutamente prescindibles que ni emocionan, ni divierten, ni aportan nada original. No es nada nuevo, pero sí en mayor número.

¿Recibes originales en español? ¿Cómo definirías lo que llega? ¿Cuántos pasan a una segunda lectura porque te parecen interesantes?

En Ekaré destacan la importancia de narrar una historia -e ilustrarla- de manera “coherente y atractiva, emocionante y entretenida”. Arianna Squiloni afirma que “muy pocos textos pasan a una segunda lectura”. A Lorenzo Rodríguez el nivel de la mayoría de los originales que recibe le parece “bajo”, mientras que al editor de Media Vaca le sorprende que “un porcentaje altísimo de la gente que se dirige a nosotros no conozca en absoluto nuestros libros”. Coincide con él Daniel Goldin, que considera que “lo mínimo que le puedes pedir a un escritor es que se tome el trabajo de saber a quién le escribe y de estudiar tu catálogo”.

Xosé Ballesteros, director de Kalandraka:

Al publicar obras originales recibimos constantemente propuestas de los países en los que publicamos: España, pero también Portugal, Italia y Latinoamérica. Todo lo que recibimos se lee, y a todo el mundo se le contesta. Pero muy pocos textos soportan una primera lectura. Algunos provocan debate y se discute en el equipo si publicarlo o no: Los menos, los que consiguen emocionarnos o encantarnos, los que nos alegran el día o nos dejan un poso de nostalgia, los que nos seducen a primera vista, esos se convertirán en la semilla que harán nacer el álbum pasados los meses, o incluso los años. Son los textos que dan sentido a nuestro trabajo.

Los escritores dicen que los editores no arriesgan. ¿Qué opinas de esto?

“Una empresa editorial o nace de un tipo de mecenazgo o tiene que ser económicamente autosuficiente”, advierte Arianna Squiloni. Entre “tratar de solucionar el problema siguiendo las modas y requerimientos curriculares”, o tratar de “apostar por una elección clara de línea editorial y trabajar para difundir la voz y ampliar tu público interesado”, la editora de A Buen Paso se queda con esta última opción. A la hora de publicar obras comprometidas y que deparen “temas para la discusión”, los editores de Ekaré justifican que “la decisión de publicarlas ha sido independiente a valorar su desempeño comercial”.

En Lóguez ciñen el riesgo editorial únicamente a “aquellas editoriales cuyo programa venga marcado por un mercantilismo determinante”. Para Daniel Goldin, “no hay una fórmula que asegure el éxito ni nada que, por sí mismo, sea comercial”, por lo que asumir riesgos forma parte del oficio del editor. En Media Vaca se plantean que el riesgo no solo reside en el lado del editor, sino que también compete a escritores, ilustradores e incluso lectores. Si arriesgar implica “publicar cosas nuevas”, Vicente Ferrer plantea que “para distinguir cuáles son las cosas nuevas, deberíamos antes conocer las viejas”.

Cierra las intervenciones el director de Kalandraka:

¿Se arriesgan los editores? Pues habrá de todo. Yo creo que en el panorama editorial español hay suficientes ejemplos de proyectos arriesgados y de proyectos más conservadores, tanto si hablamos de textos como en las propuestas plásticas. La cuestión de fondo es saber a quién te estás dirigiendo, cuáles son los destinatarios y ser coherente con el proyecto editorial que estás construyendo. En nuestro caso, publicamos mayoritariamente para niños, y eso implica una gran responsabilidad porque estamos aportando propuestas para la memoria del mañana. Una cuestión que nos parece muy seria, nada frívola. Y elegimos; como editores elegimos y nos posicionamos. No somos neutrales en absoluto porque deseamos hacer libros hermosos y comprometidos. ¿Eso es arriesgarse?

[ Nota: La opinión completa de los editores de A buen paso, Ekaré, Lóguez, Media Vaca y Océano que aquí aparece resumida, puede leerse al completo en el artículo original publicado por Ana Garralón].