Tarde de sapo

Una propuesta divertidísima repleta de juegos fónicos y con ritmo narrativo creciente que conduce al lector hasta un inesperado final.

Humor, diversión y una sorpresa final en una historia muy visual, con gran dinamismo y sonoridad. Nos recibe la figura (no tan) estática de un enorme sapo que, a medida que pasan las primeras páginas, va quedándose dormido. Un mosquito decide sacarle de su sopor zumbando alrededor y retándole a pillarlo, hasta que recibe un certero lengüetazo. Otras pequeñas criaturas —el caracol, la hormiga, la araña…— actúan de igual forma y, una a una, el batracio —cada vez más orondo— va dando cuenta de ellas.

Así transcurre esta divertidísima historia de Maite Mutuberria, su primera obra como autora e ilustradora: un texto breve que, con letra mayúscula y estructura repetitiva, puede disfrutarse desde la primera infancia. Las ilustraciones, sobre fondos neutros de tonos suaves, sostienen el mayor peso narrativo: son animales caricaturizados, de trazos sencillos y representados de forma humorística, con gorros de colores.


El carácter visual, la influencia del lenguaje del cómic y el ritmo cinematográfico del relato se plasma en aspectos como las líneas cinéticas que marcan el laberíntico vuelo del mosquito, la gran variedad de enfoques —a modo de viñetas o primerísimos planos que acentúan la expresividad de los personajes— y la importancia de las onomatopeyas. Así, los juegos fónicos están presentes en la transcripción de los diálogos, plasmando gráficamente sus cualidades: el zuñido del cínife a través del ceceo, la lentitud del caracol al arrastrar las sílabas…


Será un simpático insecto quien logre que el sapo encuentre la horma, no de su zapato, sino de su lengua. Tras este final sorprendente e hilarante, una relectura nos permite descubrir pistas y detalles reveladores que habrían pasado desapercibidos.
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