PRESENTACIÓN DE CUATRO LUNAS

Emoción es la palabra que mejor describe la presentación, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, de la Editorial Cuatro lunas. Y (casi) llena era la luna que iluminó el brindis colectivo por los cuatro títulos recién llegados a las estanterías y los escaparates de las librerías: «Canciones», de Federico García Lorca, prologado por Luis García Montero; «Cardumen», de Rexina Vega; «Pisaremos las calles nuevamente», de Vivian Lavín, con preámbulo de Michelle Bachelet; y «No queda nadie», de Brais Lamela.

Son las primeras lecturas que alumbran del nuevo sello creado por Kalandraka para generar reflexión y comprender mejor el mundo: por un lado, recuperando obras perdidas bajo la vorágine editorial; y publicando también obras de nuevas autoras y autores escogidas por su excelencia y valor simbólico.  

Porque el catálogo de Cuatro lunas nace pensado en las Amandas -que cantaba el recordado Víctor Jara- del siglo XXI; una biblioteca en la que guardar “la memoria de lo esencial”, explicó el director de la editorial, Xosé Ballesteros, en una época de hiperconectividad y sobreinformación que nos retiene en lo efímero, lo superficial, en vez de orientar nuestra mirada a lo auténtico, la esencia.

Por eso ha tenido tanto sentido este encuentro en la Residencia de Estudiantes, cien años después de la estancia de un joven Lorca, lugar donde encontró “un ambiente intelectual que le estimuló a crear” los versos de «Canciones», argumentaba el editor de Cuatro lunas, Guillermo Gracia.

La portada de esta edición, elaborada por Pablo Mestre, aúna influencias de la vanguardia artística y referencias a la primera edición de este histórico poemario. El resultado es una representación gráfica del poema “Murió al amanecer” en el que confluyen “los cítricos que tanto le gustaban a Federico, un solo árbol con una sola sombra y un pájaro”, como relató el propio diseñador.

 

En estos versos están las Cuatro lunas que dan nombre el proyecto, cuya banda sonora es la voz profunda y serena de la cantautora Quesia Bernabé. Acompañada en esta ocasión a las guitarras por David Torrico y Josete Ordóñez, la música envolvió este encuentro mágico con sensibilidad e inspiración lorquiana junto al mítico piano de cola que el poeta hacía sonar en aquella irrepetible Edad de Plata.

Porque la memoria de Lorca ha estado muy presente. La suya y la de quienes “ya no son”, decía la escritora Rexina Vega sobre la novela con la que ha tratado, precisamente, de “combatir la desmemoria”. «Cardumen» -Premio Xerais 2007 por su edición en galego- llegó para “concebir la ilusión de un presente que puede cambiar un pasado y crear un futuro alternativo”. Una época: el siglo XX. Un lugar: Vigo en su paradójica doble condición de germen industrial y obrero, y puerto de salida de la emigración masiva hacia América. Una causa: reconstruir una historia familiar marcada por la barbarie de la guerra, la dictadura y la represión.

“Y ahora que el fascismo vuelve a estar a las puertas, imponiendo la versión de los infames”, ha advertido la autora, “es importante que recordemos para dotarnos de un relato oficial que distinga con claridad quiénes son las víctimas y quiénes los verdugos”.

Viajamos al otro lado del Atlántico. Tenía cinco años y desde su barrio escuchaba el sonido de las bombas cayendo sobre el Palacio de La Moneda, recuerda la periodista Vivian Lavín sobre el golpe de Estado en Chile, del que se cumplirán en septiembre cinco décadas. «Pisaremos las calles nuevamente» recoge el relato de Elizabeth Rendic, Gina Cerda y Valentina Álvarez, su compromiso con la libertad, el testimonio de su detención y las torturas, la sentencia que las condenó “por terroristas”. Tras los 17 años de aquella dictadura cívico-militar estas «Mujeres tras las rejas de Pinochet» -título de la primera edición de esta obra en 2017- “nos invitan a entender ese pasado”, cuenta la autora.

“Chile es un país que lleva una herida tremenda por tener una larga transición política y en eso estamos, tratando de hacer un país” que, desgraciadamente, mira cada vez más lejos aquella revolución socialista de Allende, “con sabor a empanada y vino tinto”.

A la poesía, la narrativa y el relato de no ficción se sumarán también las lecturas Nómadas, difíciles de etiquetar en un solo género literario. «No queda nadie», con traducción de María Alonso Seisdedos, inaugura esta colección: una historia que, a medio camino entre realidad y creación, también indaga en las huellas del pasado. Brais Lamela creció leyendo libros para soñar; ahora es autor de lecturas que alumbran y la edición en galego de su obra acaba de recibir el Premio de la Crítica 2022.

A partir del otoño nuevos títulos irán formando parte de este cosmos de libros: «El instante del hipocampo», del hispano-argentino Mario Satz; las novelas «El físico prodigioso», del portugués Jorge de Sena, con traducción de Sara Cid y Antón Reixa; y «Quizás nos lleve el viento al infinito», de Gonzalo Torrente Ballester; los ensayos «Sin azúcar», de Mireia Estrada; y «Cuerpos, las otras vidas del cadáver», de Érica Couto-Ferreira; los versos de «Cráter», de Olga Novo, y «Lo que queda fuera», de Manuel Rivas.

El escritor coruñés -brindeiro de excepción en el alumbramiento de Cuatro Lunas- reflexiona sobre el síndrome del “fear of missing out” con una “reacción frente a ese miedo a quedarse fuera, a no estar a la última”. ¿Y no será eso, en el fondo, lo más interesante?, nos interpela Rivas.

Al adelanto de su propia traducción de este poemario publicado en galego por Apiario y distinguido con el Premio Follas Novas do Libro Galego y Premio de la Crítica de Galicia 2022, se ha añadido también una pequeña primicia de «Exteriores del paraíso», de Bernardo Atxaga. Su obra -un original híbrido entre narración y poesía- surgió anecdóticamente de la visita a varios centros penitenciarios, pequeñas poblaciones y bibliotecas para recitar y hablar de literatura.

Y desde Latinoamérica, otra chilena, Beatriz García Huidobro, la cubana Maielis González y la argentina Flor Canosa, se incorporarán también a un catálogo que, como el de Kalandraka, aspira a aportar textos que emocionen, diviertan, sorprendan y perduren en el tiempo.

Han pasado trescientas lunas desde aquel 2 de abril de 1998 que marcó la creación de un sueño colectivo. Aquellas lectoras y lectores de hace 25 años han crecido desde la juventud a la edad adulta y, en muchos casos, ya son madres y padres que comparten los libros de su infancia con sus hijas e hijos. Deseamos que Cuatro lunas sea ahora un buen lugar para seguir soñando.